Paisaje...
...un lugar donde equilibrar el espíritu, un lugar para recuperar fuerzas, para encontrarse a si mismos, para desarrollar aquella vocación del alma que en otros medios había quedado postergada.
A este pueblo también llegan personas buscando una opción alternativa para el tiempo de vacaciones, tanto en invierno como en verano, Cruz Chica, brinda al visitante una estadía plena de encanto y si lo quiere también aventura.
El paisaje se transforma en invierno cuando la nieve bendice a la localidad, dando un particular encanto al lugar.
Se inicia tomando la marcha a la altura del Hotel Cabor, en Cruz Chica. A la hora de caminata se abandona el camino ancho y se busca a la izquierda y en una propiedad privada, el sendero de cornisa que se encuentra sobre la falda de la montaña en el valle por donde corre el río Cruz Grande. Por ese sendero que deja ver unos 300 metros abajo el río, se llega en una hora a la cascada en su parte alta. Hacia arriba y a la derecha, a pocos metros se encuentra el diquecito de Los Laureles y más alto aún, los restos de la instalación montada para su construcción. Ese obrador comenzó a levantarse en enero de 1940 con la intención de construir el embalse a 60 m aguas arriba de la intersección de los arroyos, Los Laureles y Las Guachas, a 1480 metros de altura. Las obras se paralizaron en 1943 y, tres años más tarde, todo quedó sumido en el abandono. Se marca claramente el camino secundario que a unos 500 metros se empalma con el principal que sigue hacia los puestos de Carlos Pavón a la izquierda y baja a Cruz Chica en el sentido inverso. Es el camino que hemos tomado para el inicio de la marcha.